Una noche de confinamiento
Un hombre acostado en la cama junto a una mujer que ronca. Él no puede dormir y, de repente, entre los ronquidos de la mujer, uno suena diferente, como el sonido metálico y sordo de la transición de una diapositiva. Al girarse para mirar, el hombre ve que la mujer está proyectando imágenes con sus ojos en el techo. El hombre flipa, claro, pero antes de que pueda reaccionar, escuchar el sonido de un cencerro proveniente de la calle. Es una noche de verano que no baja de los 28 grados. Movido ante tanta extrañeza, se incorpora de la cama y se asoma a la ventana mientras la mujer sigue proyectando diapositivas. Por el medio de la calle un enorme buey avanza despacio, pesado, pezuña izquierda, pezuña derecha, con su joroba bamboleante. El hombre baja los escalones de tres en tres, su ruido rebota por toda el hueco de la escalera y se pierde en las buhardillas. Arrastra la puerta de madera del portal. En la calle, el aire caliente del verano está perfumado de lavanda. De las ...