La fábrica de colchones abandonada



He vuelto unos días a casa de mi viejo; para hacerle compañía y así. Ahora le ha dado por tirar cosas. Dice que va a convertir mi cuarto en un despacho. He tenido que rebuscar entre un montón de morralla, pero ha valido la pena. Mira lo que me encontré escrito en un bloc del cole:

-La fábrica de colchones abandonada-

Vamos a jugar al conejo de la buena suerte...
El quinto piso se ilumina con las pequeñas fogatas que han hecho dentro de la fábrica de colchones abandonada.
El gobierno no piensa pactar con terroristas, lo han dicho por la tele. 
Violeta tiene la piel pecosa y cuando hace calor se le encienden las mejillas. 
A veces lo más valiente es salir corriendo.
Ha venido mi abuelo para cuidarme y pasar juntos el fin de semana. 
Todos han subido al quinto piso pero yo me he quedado en el hall de entrada. 
¡Venga, échale un par de huevos!
Pienso en ese hombre solo y muerto de miedo dentro del zulo. 
No debería haberme separado del resto. Aquí vive gente peligrosa.
Tú besarás al chico a la chica que te guste más. 
Violeta me mira y sonríe: me ha tocado a mí. 
En el escaparate sólo queda algún somier destartalado, los colchones han desaparecido.
Aznar dice que todo está bajo control. 

¡Dale un beso con lengua, de tornillo! 
¡Dame todo lo que lleves o te reviento! 
¡Dadles lo que pidan, van a matarlo como a un perro!- le grita mi abuelo al televisor. 
Cuando todos bajan del quinto piso, me limpio las lágrimas rápidamente.
Los hombres no lloran.
Paredes salpicadas de sangre, una mujer hecha polvo, pintadas, humo saliendo de un coche calcinado. 
Violeta huele a mandarinas y a pegamento Imedio. 
Le doy las quinientas pesetas que llevaba ahorradas.
Ale, a dormir; estas cosas no son para niños.
Sigo mirándola como un pasmarote: está muerta de vergüenza. 
Un sudor frío me recorre la frente.
Él también suda a mares y se rasca como un loco un brazo lleno de picaduras con costrones de sangre seca.

Tic, tic, tic - la lluvia golpea las ventanas.
Imposible pegar ojo.
Tengo ganas de gritar y pedir auxilio, pero dudo que me llegasen a escuchar desde ahí arriba.
Las risitas a mis espaldas se me clavan como la cama de un faquir.
Colchón ortopédico adaptado “Visco Medical Premium Flex”; un nuevo descanso. 
¿Qué pie calzas?- dice sin dejar de apuntarme con el cúter.
Los valientes son cobardes que dicen no tener miedo.
Las mejillas se le ponen como dos tomates y los labios empiezan a temblarle, como si estuviese mordiéndose las uñas muy rápido.

Tic, tic, tic - me imagino a un comando de ETA escalando mi edificio como ninjas, viniendo a por mi.
Dicen que en el quinto piso vive el fantasma de Sor Mercedes, la de Conocimiento del Medio que desapareció el año pasado.
¡Cagueta, cagueta!
Una nota anónima me advierte de que Violeta ahora pasa de mi y que piensa buscarse a otro novio que sepa dar besos.
No quiero acabar dentro de un zulo, ni que publiquen mi foto en todos los periódicos.
El suelo está lleno de cristales y clavos oxidados con los que puedes pillar el tétanos.
¿Por qué estás descalzo?
Violeta es la mujer más guapa del mundo. Cuando seamos mayores nos casaremos y seremos muy felices.
El abuelo ha apagado la televisión. 
Todo se queda en silencio y a oscuras.

Tic, tic, tic.
FLEX. Colchones para descansar más en menos horas.

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