Amuse-bouche
El labrador color canela se llama Churchill y su compañera caniche: Thatcher. Con los nombres de las mascotas uno puede imaginarse el pelaje de los dueños, el casoplón que gastan, las dimensiones de su piscina climatizada o el salario del jardinero paquistaní - ellos prefieren llamarle “Garden Designer”.
Todo fue idea de Julia. Unos amigos suyos buscaban un profesional para hacer algunas fotos de los chuchos y ella les pasó mi número. Yo no tengo cámara; se la tuve que pedir prestada a un amigo. Bueno para ser sincero tampoco tengo ni idea de fotografía, pero ha colado.
Las primeras fotos salieron movidas, fuera de foco y con el balance de blancos guarrísimo. Estaba perdiendo los nervios intentando comprender el menú de ajustes pero a la dueña no parecía importarle: ella seguía posando, estirando una sonrisa forzada y dándole besitos a su perrita en los morros. Minutos antes, Thatcher se había restregado el hocico por el culo de Churchill.
Puse la cámara en modo automático y todo quedó medio presentable.
Mientras trabajaba, Julia se atiborraba a canapés y discutía a voces con su amigo. Se les veía felices. Los dos se conocían de hace años. Él era una fanático de todo lo español y el día que decidió fundar su propio partido político lo tuvo muy claro con el nombre: Partie Populaire.
Cuando se trata de rivalizar en rancio con Aznar y los suyos, reconozco que el nivel está alto. Sin embargo, esta gente lo habían superado con creces.
La mansión tenía una piscina y Julia había venido preparada. Un pareo con motivos tropicales dejaba entrever sus patorras rosáceas y lozanas. Por desgracia, hacía unos días, el jardinero se había equivocado con las cantidades del cloro y bañarse allí era como zambullirse en un tanque de ácido. Nada de esto parecía afectar a Julia, que no para de reírse con las ocurrencias de su amigo. Sus risotadas eran explosivas y contagiosas, como los perdigonazos de queso azul que se le escapaban por la boca.
Entonces escuché como el tipo le preguntaba por su familia. En todo este tiempo nunca me había hablado de ellos. Sabía que tenía dos hijos y un marido en Valencia pero poco más.
Julia empezó a enseñarle fotos en el móvil y hablaron de unas vacaciones que, por lo visto, habían pasado juntos.
“Manolirou, Manolirou”. Cada vez que el tipo repetía ese nombre, sentía cómo se me paraba la respiración.
Como era evidente, esa gente no tenía ni idea de lo mío con Julia. Tampoco tendrían por qué saberlo porque, en el fondo, no había nada que saber. Lo nuestro era algo casual e intranscendente, una aventura. Sin embargo, no entendía por qué me afectaba tanto escuchar las hazañas de “Manolirou” con la barbacoa o lo bueno que era jugando al tenis.
“Manolirou, Manolirou”. Cada vez que el tipo repetía ese nombre, sentía cómo se me paraba la respiración.
Como era evidente, esa gente no tenía ni idea de lo mío con Julia. Tampoco tendrían por qué saberlo porque, en el fondo, no había nada que saber. Lo nuestro era algo casual e intranscendente, una aventura. Sin embargo, no entendía por qué me afectaba tanto escuchar las hazañas de “Manolirou” con la barbacoa o lo bueno que era jugando al tenis.
Era escuchar hablar de ese hombre y un escalofrío me recorría la espalda. Yo no formaba parte de la vida de Julia. Para ella yo era un accesorio más, como el jardinero paquistaní, los perritos o los canapés. Tenía que aprender a mantenerme al margen, lo nuestro sólo podía existir a la sombra de su vida acomodada.
Tampoco es que yo quisiese andar por ahí dándome el lote en público con una cincuentona fascistoide. Para nada. Pero me hubiese gustado escucharle hablar de mí como lo hacía de su marido. Sentirme un hombre-trofeo más que un amuse-bouche*. Me había pasado de frenada.
Tampoco es que yo quisiese andar por ahí dándome el lote en público con una cincuentona fascistoide. Para nada. Pero me hubiese gustado escucharle hablar de mí como lo hacía de su marido. Sentirme un hombre-trofeo más que un amuse-bouche*. Me había pasado de frenada.
Puede que sólo fuese envidia lo que sentía.
Eso sería en el mejor de los casos.
En el peor puede que estuviese bien jodido.
*Amuse-bouche: aperitivo, tentempié, entrante. Literalmente "lo que te entretiene la boca".
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