Robar un cepillo eléctrico no es tan buena idea cuando no tienes dientes


¡Hola, jodido!

Veo que tus esfuerzos por abandonar la rollidez característica de tu raza te obligan a frecuentar piscinas y baños turcos. Así que, para sacarte de la Men's Health, te tengo preparada una anécdota sobre los punkis manchegos que trabajan con nosotros.

Son una gente de pueblos de Toledo y de Ciudad Real que se conocieron en Barcelona en una casa okupa. Durante los meses de verano, sobreviven vendiendo baratijas, latas de cerveza e (imagino) otras sustancias en los festivales de música y, al contrario que las grullas, migran a Francia en los meses fríos para hacerse un dinerito trabajando en el campo. Aquí puedes trabajar seis meses y cobrar cuatro de paro, así que se tiran medio año aquí y el otro medio en España.

Están el Bury, el Visto, el Oso, Ronqui y su hermano Jose. También hay una par de chicas, Patri y Sonia, las novias del Visto y del Jose, que parecen más listas que ellos. No sabría decirte que edad tienen, me imagino que alguna indeterminada entre los treinta y los cuarenta, aunque los colgajos de su piel sean los de un cincuentón. El Visto es una especie de Evaristo de La Polla pero con más cabeza de huevo, una cresta teñida de morado y un dilatador en cada oreja del tamaño de una moneda de dos Juancarlos. Ronqui y su hermano son más borrokopteros, facción "jarrai starter pack Segovia", y al Bury creo que le llaman así porque en algún momento de su vida debió de ser medio guapo y le comparaban con Enrique Bunbury. Pero ahora es más como un Iggy Pop sin pérdidas de orina.

Se mueven todos en la furgoneta del Oso (el único que nos es punki), que supongo que le llaman así porque dobla en ancho y en largo a los otros seis, aunque tampoco es tan alto. El Visto dice que esto del campo es mucho mejor que el trabajo que tenía antes de la crisis en una fábrica de puertas en Tomelloso. Pero que el mejor, sin duda, fue el curro que tuvo en una fábrica de radiocasettes de Puertollano: "hacíamos un porrón de Rosendo y Obús: prepárate, tutututu tutù..."

Así que el otro día, salíamos de trabajar y nos invitaron a ir a su casa a bajarnos unas litronas. Nos montamos todos en la furgo del Oso, una de esas de los de Correos, todavía pintada de amarillo pollo. Mientras escuchábamos Cicatriz, el Oso nos pegaba el turramen diciendo que él podría ser vasco por todo el speed que se ha metido.

Llegamos al Carrefour del pueblo grande, bajamos de la furgo (el Ronqui aprovechó para alumbrarse el peta que nos habíamos rulado, darle un Miguelángel y matarlo), el Visto dijo: "Visto", y entramos todos al súper. Yo les veía recorrer los pasillos con un brillo en la mirada, como de Hernán Cortés intercambiando espejos con los indios.

Al salir, nosotros llevábamos nuestras litronas de rigor y unas tarradellas, y los punkis hacían recuento del expolio. En estas, el Bury se sacó algo del bolsillo interno de la jarrington: un cepillo de dientes eléctrico; orgulloso, abrió una boca que era como la muralla de un castillo en ruinas: una paleta, y tres o cuatro dientes de los de abajo. Me acordé de tu frase: "Corega, ¿dónde están mis dientes?".

Ya ves que mis historias no tienen el glamour de tus hijos de papá europeístas, pero tienen sufiente paprika como para reventarte las hemorroides. ¡Brazacos!

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